Plastic Raw Bar

Las representaciones de la fauna marina forman parte de la imaginería de la gran mayoría de las grandes civilizaciones del mundo, y en muchas de estas el consumo de ciertos mariscos ha estado históricamente vinculado a las altas clases sociales. Aunque actualmente pueden encontrarse estos productos empacados y a precios relativamente económicos, hoy día es quizá el momento cuando más problemáticas envuelven este asunto. En lo que parece una paradoja, en la era de la informática el arte emula estrategias milenarias para lograr evocar resultados similares. Si antiguamente los artistas recurrían a partes de animales para representar dioses y mitos que explicaban los fenómenos naturales, hoy interpretan y re-interpretan los fenómenos que impactan a la naturaleza; pues, a pesar de ser temas bien conocidos, muchos se niegan a entender el peso de esta realidad. Plastic Raw Bar atiende con agudeza los puntos más urgentes que se desprenden de la relación entre el consumo de alimentos y plásticos.

“Barra de crudos” o “bar de ostras” son términos en español que se utilizan para referirse a la selección de mariscos que no requieren cocción, ofrecida por un restaurante; sin embargo, el título de la exhibición se basa en el nombre -más común- en inglés: “raw bar”. Tanto en Europa como en América este tipo de moluscos se consideran una exquisitez culinaria, término que al traducirse al inglés como “culinary delicacy” conlleva una connotación económica. Al definir “delicacy” los diccionarios de la lengua inglesa coinciden en que el costo elevado de estos productos es uno de los factores que determina que se trata de una exquisitez; esto sin dejar de mencionar la rareza del alimento o su buen sabor. Los precios varían de un país a otro debido a múltiples factores (entre los cuales destaca la disponibilidad de los mismos en la región). Sin embargo, el estatus de exquisitez de los mariscos sigue siendo un marcador social para estos platos, los cuales suelen servirse en restaurantes con cristalería y cubiertos de metal. De esta manera, el escultor Jaime Rodríguez Crespo recurre a imágenes familiares, obtenidas en su crianza cercana a un restaurante de mariscos, para crear un discurso multilingüe tanto a nivel visual como auditivo. Con su título, la exhibición parte de un contexto socio/cultural específico: el de los pueblos hispano-parlantes con grandes influencias del capital estadounidense, como es el caso de Puerto Rico. Cabe añadir que el principal medio del conjunto de esculturas presentadas es el cemento, material con el cual se construyen todos los edificios en la Isla desde la década de 1950. Claramente, Rodríguez Crespo se dirige a un público bilingüe, pues quien solo domine la lengua inglesa entenderá el sentido literal del título -que se podría traducir como “barra de plásticos crudos”-, mientras que quienes también hablan español encontrarán el doble sentido al escuchar la mala pronunciación de “raw bar” como la palabra robar. Así, “Plastic Raw Bar” comienza por tocar las dinámicas del capitalismo neo-liberal, centrado principalmente en las consecuencias del consumismo.

El problema global que constituye el consumo de plástico es un tema del que todos hemos escuchado ya sea por medio de la prensa, las redes sociales u otros medios de comunicación masiva. Incluso hemos visto cómo algunos gobiernos han impulsado medidas para lidiar con los problemas generados por el plástico. El problema del que hablamos puede resumirse de la siguiente manera: la gran demanda de utensilios plásticos vinculada con el consumismo ha creado inmensas islas de basura en el mar, esto sin contar el grave problema de los vertederos con los que cada ciudad debe lidiar a diario. Aunque el plástico se utiliza para envasar todo tipo de productos, muchos de estos utensilios están íntimamente relacionado con la producción masiva de alimentos de bajo costo y mala calidad, a manos de restaurantes de comida rápida, empresas de jugos, bebidas gaseosas y comidas congeladas, por mencionar algunos. La idea general detrás de estos esquemas económicos es el producir tanto como sea posible, al menor costo que se pueda conseguir, para obtener el mayor porcentaje de ganancias. Es necesario resaltar que las consideraciones nutricionales, eco-ambientales o de cualquier otra clase no median en estos intereses puramente económicos. Como resultado los supermercados se abarrotan con miles de productos de pobre calidad nutricional dirigida principalmente a las clases bajas, por venderse a bajos costos. Como efecto colateral, esta fórmula económica termina por alimentar de basura a múltiples especies de la vida marina; entre ellas, a los moluscos bivalvos (entre los cuales se encuentran las almejas, ostras, etc.), los cuales son organismos filtrantes del agua. Estas exquisiteces culinarias, en vida limpian el agua de partículas microscópicas de plástico, las cuales se quedan atascadas en sus órganos. Tal como se representaban las sirenas, Rodríguez Crespo se basa en elementos reales aunque modificando las proporciones de la realidad para hacer visible los peligros que encierra el degustar estas delicias; peligros a nuestra salud y peligro de extinción de las especies, pues el ambiente tóxico limita su capacidad de reproducción.

Sin embargo, no podemos pasar por desapercibida la apertura de esta serie de esculturas a una multiplicidad de otras lecturas y temas. Son muchos los factores que convergen en la muestra, partiendo del hecho de establecer su discurso desde las llamadas “artes plásticas” – dicho sea de paso: mediante diversos tipos de plástico-, pasando por tópicos sexuales, hasta tocar las dinámicas del poder, entre otros temas adyacentes. Así la exhibición condensa una porción de nuestra actualidad a través de una retórica del impacto, lograda mediante la ampliación de los problemas que a menudo se minimizan al fundirse en un mar de imágenes en las redes sociales, o son ignorados por la prensa amarillista. Ampliación literal que emplea el concepto “larger than life” de un modo pragmático.

La producción artística de cada época es una especie de crónica no narrativa; es un archivo que ilustra las corrientes del pensamiento en ese tiempo determinado. Entendiendo que el protagonismo del ser humano -que vio su punto culminante en la modernidad- ha sido una trampa del ego, en las últimas décadas los artistas han comenzado un proceso de toma de conciencia sobre nuestro verdadero lugar en la naturaleza. Mucho ha cambiado desde que la figura humana era el centro de las composiciones de Giuseppe Arcimboldo (1527-1593); aunque el Landart de los años 1960’s y 1970’s provocó el surgimiento de movimientos de arte ecológico, estos se centraron en nuestra posición en el paisaje; pero aún al cierre del s.XX vimos cómo Demian Hirst (1965-presente) creó obras de arte a base cuerpos de animales que se vendieron en millones de dólares. La obra de Jaime Rodríguez Crespo abre un diálogo sobre nuestra posición en el reino animal. Siguiendo esta línea, en Plastic Raw Bar los temas de clases, económicos, ecológicos, entre otros de urgente relevancia, están servidos como ironía cotidiana. Y es que la gravedad de estos asuntos ha adquirido un matiz poético, siendo que se ha alcanzado el punto en el cual, al ingerir mariscos, literalmente se está consumiendo plástico.

-Carlos Ortiz Burgos

Texto para la exhibición “Plastic Raw Bar” de Jaime Rodríguez Créspo. 28 de marzo de 2019.