Del Fanguito al #619 

Todos hemos tomado la concha de algún caracol y la hemos colocado en nuestros oídos para escuchar un murmullo semejante a un marullo. Los caracoles en el Caribe siempre han sido mensajeros. Cuando el carrucho (Aliger gigas) convertido en fotuto suena, significa alarma o la llamada a la atención sobre algo importante que está por acontecer. Cuando los cauríes danzan en una consulta al Oráculo de Diloggun el camino a seguir o las respuestas a preguntas se nos presentan como si las aperturas de estas conchas, semejantes a bocas, movieran sus labios contándonos lo que necesitamos saber. Cuando tomamos un caracol, casi siempre un bulgao (Cittarium pica) o un carrucho juvenil, de la playa para escuchar la mar realmente estamos escuchando el resonar del aire que rebota entre la cóclea en nuestros oídos, que también tienen forma en espiral como un caracol, y las cavidades de la concha donde alguna vez habitó el animal. 

En Puerto Rico tenemos una abundancia de especies de caracoles desde la mar hasta las partes más altas e inaccesibles de nuestras montañas. Uno de los más carismáticos es nuestro caracol gigante (Caracolus caracolla). Este animal prefiere pasar gran parte de su vida trepando árboles para alimentarse de hongos, algas y plantas de su preferencia. Dónde más fácil se le puede encontrar a esta especie es en El Yunque, donde es probablemente la especie más común de caracol, pero también se le puede encontrar en el karso húmedo y en los humedales costeros. Su concha es circular y simétrica; a pesar de su gran tamaño y posibilidad de llegar a medir hasta 10 cm (4"), esta es bastante chata. El individuo más maduro que se ha podido documentar tenía 15 años de edad. Numerosos estudios científicos se han realizado en torno a nuestro gran caracol, algunos han abordado la afinidad de este por ciertas plantas donde janguea y otros los efectos que puede tener la radiación en sus poblaciones. 

Alguna vez vi una película anarquista colombiana llamada La estrategia del caracol, donde una comunidad a punto de ser desahuciada violentamente toma como maestro metafórico a este animal. Con mucho ingenio y colaboración los protagonistas-inquilinos desmantelan gran parte del edificio donde residían, manteniendo como cortina de su conspiración la fachada del edificio. Cuando las autoridades llegan a remover forzosamente a los inquilinos de manera definitiva luego de varios reveses judiciales, y hasta un enfrentamiento previo con la policía que significo el asesinato de un niño por ese cuerpo, la fachada se desploma. Es la estrategia del caracol la de cargar su casa a donde quiera que vaya, pues esta está adherida inevitablemente a su organismo; algo así como la cultura o las mañas de las personas. Es algo inalienable. 

El Santurce de hoy no es el mismo de principios del siglo anterior donde muchas familias se vieron obligadas a migrar desde los campos hasta los manglares costeros del área metropolitana debido a las oportunidades que se presentaban en contraste con la decadencia de las industrias agrícolas de la época. La mayoría de esas comunidades marginales edificadas sobre el manglar: Hoare, El Fanguito, y Tras Talleres ya no existen; o al menos no como eran en el ayer. Las personas forzadas por las condiciones paupérrimas del lugar y las

presiones de las agencias de gobierno se desplazaron hacia otras áreas. Algunas emigraron hacia E.E.U.U. y otras se incorporaron a otros barrios existentes en la vecindad o fueron colocadas en los caseríos que se edificaban en la época. Las casas fueron demolidas en los 50 por la Autoridad de Hogares, hoy Departamento de la Vivienda. Hoy, parte del manglar que fue el hogar de mucha gente se ha restaurado, aunque el desarrollo, algunos proyectos de infraestructura y la contaminación continúan amenazándolo. 

Quizás sea muy revelador, considerando la situación que atraviesa el país, que un caracol gigante endémico se haya desplazado hasta la Calle Cerra a las paredes del #619 para que todos podamos verle. No es lo mismo desplazarse que ser desplazado. La aparición orquestada por el artista Jaime Rodríguez Crespo es sumamente adecuada para el contexto actual. El gran caracol se posiciona con su concha-casa, sobre las estructuras de lo que en algún momento fue pantano, humedal, bosque, manglar, y también su casa. 

¿Qué estará queriendo decir? 

- Steve Maldonado Silvestrini